Pelegrín Muñoz Gracia (Teruel, 1931) falleció anoche en Madrid a los 93 años de edad. Fue el primer gerente de Tajamar desde 1958, año en que llegó a la capital procedente de Teruel, para hacerse cargo de la gerencia del proyecto educativo y deportivo que se había puesto en marcha en Vallecas en febrero de ese mismo año.
Pelegrín dejó la gerencia de una fábrica de ladrillos en Teruel y se trasladó a Madrid para hacerse cargo de algo “de lo que no se tenía una idea clara de lo que se pretendía y de cómo realizarlo, pero de lo que había un deseo formidable de hacer”, reconocía él mismo.
Con esa misma determinación consiguió, primero y de modo provisional, una vaquería que sirvió durante tres años (1958-1961) como sede de las aulas del colegio Tajamar, hasta que se pudieron comprar los terrenos –entonces unos descampados– del actual emplazamiento del Centro.
Además de las relaciones públicas y las gestiones pertinentes para la compra de los terrenos y la ordenación del sector, una de las tareas principales de Pelegrín consistía en recabar fondos para los gastos corrientes y los que se avecinaban para hacer frente a la construcción de los nuevos edificios.
Los tres primeros pabellones de aulas se edificaron en 1961. A partir de ahí, se fueron construyendo el resto en sucesivas fases. El trabajo de Pelegrín era vital: conseguir recursos económicos para financiar la construcción. Ahora que ya se ve construido, uno se puede hacer cierta idea del esfuerzo mayúsculo de tamaña empresa.
Creador de la Fundación Tajamar
Pelegrín impulsó la creación del Patronato de Tajamar, que dio paso, en 1976, al inicio de la Fundación Tajamar de la que él fue el primer director. En 1981, en representación de la Fundación, es nombrado consejero de la Comisión de Obras Sociales de Cajamadrid (actual Bankia), hasta septiembre de 1983, cuando marcha a Pamplona para continuar los estudios de Teología en la Universidad de Navarra. Posteriormente se ordenó sacerdote.
Lázaro Linares, que lleva en Tajamar desde 1960, recuerda una anécdota de Pelegrín: “llegó un momento en que las necesidades económicas fueron tales que parecía inviable la continuidad de Tajamar. Entonces Pelegrín convocó a un grupo de empresarios y a unos cuantos personajes de Tajamar que fuimos explicando lo que hacíamos. Yo hablé de todo lo referido a la educación a través del deporte y de los entrenamientos; otro habló de la Formación Profesional; otro de las tutorías, etc. Al final, Pelegrín les dijo: «si no nos ayudáis económicamente, todo este trabajo que se hace en este barrio de Vallecas no será posible». Pasados unos meses le pregunté a Pelegrín qué tal había salido aquella gestión. Solamente me dijo: «qué bueno es Dios! Estamos a cero».”
Esta anécdota resume bien cómo fue posible hacer Tajamar. Con trabajo, con generosidad, sin escatimar esfuerzos. Lázaro Linares (Madrid, 1935) define a Pelegrín como “una persona de gran categoría humana y profesional. Sabía ponerse a la altura de cualquiera y siempre estaba accesible a todos”.
Todos los que le han conocido dicen que él que era una persona de carácter generoso, educado y cordial. Y, además, muy trabajador y ordenado. Tenía una memoria prodigiosa. Un dato sirve de botón de muestra: en el mes de diciembre de 2023 estuvo en la presentación del libro Pioneros, de José Luis García Heras. En su intervención –él fue uno de esos pioneros–, sorprendió a todos con la descripción de nombres de personajes influyentes del Puente de Vallecas a los que había visitado para explicarles el proyecto de Tajamar.
Durante estos casi 66 años de Tajamar ha habido unos personajes que han ofrecido un legado que perdura en el tiempo. Jerónimo Padilla, Bernardo Perea, Rodrigo Fernández Salas —don Rodri—, Manuel Plaza y Pelegrín Muñoz han dejado esa impronta perdurable, con su disponibilidad y entrega generosa.