Francisco Andrés del Pozo (BACH’72) es antiguo alumno de Tajamar y también antiguo profesor. Algunos le recordaréis por sus clases de Lengua española, Literatura española, Religión e incluso Latín. El que fue conocido popularmente como ‘Pacazo’ hace unos meses que se despidió de las clases con motivo de su jubilación. Esta entrevista le hace volver a Tajamar para ponernos al día y rememorar toda esta vida vinculada a la enseñanza.
¿Cómo se cruzó Tajamar en tu vida?
Como alumno, empecé el Bachillerato elemental. Luego el Bachillerato superior a la vez que estudiaba Artes Gráficas. Era una fase experimental que tenía una duración de tres años mientras hacíamos el Bachillerato superior de Ciencias. En total estuve siete años. Después para hacer el COU, me fui al Tirso de Molina porque estaba trabajando por las mañanas. Más adelante entré como profesor becario en 2º de carrera hasta que acabé mis estudios. Tras un impasse por hacer “la mili”.
Como profesor ordinario trabajé desde el año 80 hasta el 2019. Casi 40 años de vida laboral en Tajamar. Varios años lo hice compatible con un segundo trabajo en la Fundación de Ciencias y Letras.
Antes de ser profesor, en Tajamar fuiste alumno. ¿Cómo te sentiste el primer día volviendo a las mismas aulas pero cambiando el rol?
Fue un día distinto al Tajamar que yo conocía porque comencé a dar clases en el bachillerato nocturno. Los estudiantes trabajaban y hacían un curso de grado escolar de bachillerato elemental o formación profesional de distintas especialidades. El ambiente era el mismo. Estaba nervioso por una excesiva responsabilidad de no defraudar las expectativas.
¿Qué has aprendido en ellas que no podrás olvidar nunca?
Como alumno, a ser constante. Te quedaba claro por los profesores y el ambiente que la constancia y la laboriosidad son la clave del trabajo bien hecho. Otra cuestión es la ilusión. Mis tiempos de alumno lo recuerdo con mucha ilusión por todas las cosas.
Como profesor lo que más he agradecido ha sido la confianza y el apoyo optimista. Más que marcar los fallos, hacer énfasis en lo que hacías bien.
Durante tus años de docencia, ¿cuál ha sido la principal idea que querías transmitir a los alumnos?
Que quedara claro que hay que ser fieles a uno mismo, a tus ideas, a tus amigos, a tu fe. La fidelidad compatible con la flexibilidad y a la vez estar abierto a las situaciones que la vida te va marcando. Una fidelidad vital.
¿Qué huella han dejado en ti las Jornadas Humanísticas?
Las Jornadas Humanísticas (JJHH), que son breves en el tiempo, dejan un impacto que es efectivo durante todo el curso. Me impacta la ilusión y es una de las cosas que agradezco a los alumnos que van a las jornadas. Las ganas que tienen de aprender, por hacer, por saber. Esto es impagable. Aunque esté jubilado, sigo participando en las JJHH. Las de 2020 serán las primeras como antiguo profesor.
Ahora con la jubilación, ¿qué proyectos tienes?
Enrique Barrio me hizo una oferta que no pude rechazar: colaborar con Alumni Tajamar. Mi cometido ahora es entrar en contacto con los antiguos alumnos para hacerles entrevistas y fomentar encuentros para que puedan visitar en Tajamar y contar su experiencia. Algo muy propio de Tajamar. Los que hemos recibido algo valioso nos sentimos deudores de poder devolverlo.
Por otro lado, mantendré el voluntariado con niños de apoyo escolar en el Puente de Vallecas. Me gustaría también hacer algo con la literatura pero está por determinar.
¿Un libro que te gustaría leer ahora?
Ahora mismo tengo dos en mente: “Imperiofobia” de Elvira Roca Barea y “Los Pilares del Cielo” de Eduardo Pérez Díaz.
Este año hemos empezado el curso por primera vez sin don Rodrigo por los pasillos de Tajamar, ¿qué aprendiste de él?
Haber coincido con don Rodrigo, no sólo como compañero sino también una relación más personal, es de las cosas mejores que te puede aportar la vida. No era solamente un amigo sino una persona que sabía lo que es la vida y cómo vivirla. Tenía la capacidad de ayudar a la gente a conocerse a sí misma y a asumir su propia realidad para construir a partir de ella. Don Rodrigo físicamente nos falta pero su ejemplo para los que le hemos conocido sigue vivo porque muchas de las notas que hacen a Tajamar un lugar amable, un lugar interesante, un lugar armónico, son propias de él.
¿Qué se siente siendo Alumni Tajamar?
La nota característica de Tajamar es que no es un sitio donde has estado sino que es un lugar. Por lo tanto, hay algo de ti en él. Por eso vuelves porque has encontrado amigos, ilusión, formación, muchas cosas positivas que te hacen volver. Es como volver a su raíz.