“La lectura de los libros sobre el liderazgo virtuoso me ha hecho creer que también el profesor puede llegar a ser un líder. Cuando eres consciente de tus talentos y capaz de ayudar a otros a descubrir los suyos y reconocerlos como propios te has convertido en un líder: el liderazgo atrae, la docencia a secas, no”, señalaba un profesor de Secundaria antes de comenzar el encuentro con Alexandre Havard, abogado y escritor francés y autor de libros sobre el tema.
Las hemos recogido porque creemos que reflejan muy bien gran parte de la aportación que ha tenido la lectura de esos libros para gran parte del profesorado de Tajamar. Ahora el profesorado, tras un año de trabajo con este valioso material y el método del liderazgo virtuoso de este experto, tuvo un encuentro con el autor.
El claustro lleva tiempo trabajando el liderazgo en una dirección: aprender a ser líderes para ayudar a cambiar también el entorno (familias, alumnos, docentes), porque, según Havard, “el liderazgo que propongo es aquél según el cual uno crece haciendo crecer a su entorno porque saca lo mejor de sí misma y de las personas que le rodean”.
El liderazgo virtuoso es posible a todos, no solo a unos selectos, señala Alexandre Havard.
Temperamento y carácter no son lo mismo
El sistema que construye este filósofo en torno al liderazgo virtuoso tiene cosas nuevas; entre otras, la propia definición de liderazgo, “algo muy particular mío”, reconoce. “Nadie nace siendo líder. Sin embargo, todos nacemos con un temperamento: flemático, colérico, melancólico, sanguíneo…, que nos define, porque es algo biológico.
Sin embargo, ese temperamento tiene aspectos positivos y otros negativos, aunque no nos determina. Todos podemos reconocer y potenciar la parte positiva del temperamento y corregir la parte negativa a través de la mejora del carácter”. En eso consiste, básicamente, el liderazgo virtuoso. Por eso es posible para todos, no para unos pocos que parecen haber nacido con unas condiciones excepcionales.
En este sentido, Havard habló mucho de magnanimidad, una virtud de la que ya hablaba el filósofo Aristóteles (384 a. C.), quien considera magnánimo al “que tiene grandes pretensiones y es digno de ellas, pues si carece de condiciones es necio y vanidoso. En cambio, si se juzga inferior a lo que puede, es pusilánime”.
Aplicado al aula, por ejemplo, esto tiene una importancia grande, porque ayudará al profesor a no encasillar a un alumno flemático, por ejemplo, como un pasota o despreocupado de sus deberes. Por el contrario, el conocimiento de ese temperamento hará que la mirada hacia el alumno cambie, porque no le miramos bajo el propio prisma, sino desde el del propio alumno. De este modo, el alumno se siente comprendido y empieza a ofrecer su mejor versión, porque se sentirá reconocido, a la vez que exigido, por el profesor.
Como puede comprenderse el liderazgo virtuoso tiene aplicaciones en toda la esfera de la persona: familiar, profesional, social, personal, etc. En Tajamar pensamos que si queremos mejorar la educación personalizada -una de nuestras señas de identidad- hay que llegar al fondo de la persona. Y creemos que el liderazgo virtuoso es un buen camino para recorrer, que en el profesor se concreta, no solo en ser experto en su materia y un gran profesional, sino en conocer y querer a sus alumnos como son.