Un grupo de 170 alumnos de Secundaria, Bachillerato y Formación Profesional han participado como voluntarios en un viaje relámpago a Paiporta (Valencia) con el fin de ayudar en la reconstrucción de esta población, epicentro de la DANA ocurrida el 29 de octubre pasado.

El viaje se gestó hace unas semanas. Para la organización del mismo se contó con la ayuda de la ONG Cooperación Internacional, que gestionó todo lo relacionado con el seguro de los participantes. También han colaborado la propia empresa de autocares, unas cuantas familias a título personal y los propios alumnos: entre todos han costeado los autocares. Ha sido un viaje intenso, pues los autocares salieron de Tajamar a las a las 06h del pasado jueves 19 de diciembre. Llegaron a las 11h y estuvieron trabajando 7 horas ininterrumpidas. Ese mismo estaban de vuelta (concretamente, en la madrugada del día siguiente).

Una fuerza humana bien coordinada

Por experiencia de grupos anteriores era muy importante contar con alguien que conociese el terreno y fuera capaz de organizar eficazmente tanto voluntario. Ese papel correspondió un universitario del colegio mayor La Alameda (Valencia), natural de Paiporta, donde lleva viviendo dos meses para coordinar el trabajo de voluntarios que llegan periódicamente. Fue una iniciativa de solidaridad con esos habitantes de esa localidad, que llevan casi dos meses sufriendo las enormes consecuencias de la DANA.

Todos reconocen que “ha sido muy buena experiencia. Dura, porque ha sido una catástrofe tremenda, pero muy edificante por cómo nos han tratado. Negocios atendidos por voluntarios, la parroquia recibiendo a gente para darles agua y comida… Es para vivirlo… vehículos militares de todo tipo, bomberos, UME… gente que no paraba a dar las gracias, porque les anima mucho que vayamos a ayudar. Muy impactante”, resumía Rodrigo López Agúndez, director de Secundaria.

Los alumnos trabajaron duro y estaban muy contentos, se han portado como se espera de alumnos de Tajamar.

Las imágenes que han enviado son muy ilustradoras. Una de ellas impresionó vivamente: en medio del torrente se ve un árbol decorado de Navidad y, cerca de ahí, una imagen de la Virgen a la que ponen velas y que mira hacia uno de los puentes que cruzan el río. La experiencia ha sido tan intensa y gratificante que ya están buscando el modo de volver allí para seguir colaborando.