Un grupo de diecisiete familias de Tajamar están llevando adelante, con la ayuda de Amigos de Monkole -el principal proyecto solidario nacido en el colegio-, una acción de voluntariado familiar que consiste en comprar una cesta de alimentos básicos para diez familias sin recursos, muchas de ellas inmigrantes.
Esta acción de voluntariado familiar comenzó hace dos años y ha adoptado el nombre de la primera familia a la que ayudaron: Angie. Fue en 2020 cuando dos profesores y una familia del colegio, que participaban en la organización de una cena solidaria en la parroquia de san Raimundo de Peñafort ((Vallecas), conocieron a Angie Bestos, a su marido Leonardo y a sus tres hijos.
Ellos habían llegado a España en 2018 y poco después a Angie le diagnosticaron ELA. Recién llegados a nuestro país, sin recursos y con esta enfermedad, sus expectativas quedan truncadas de repente. Hasta que conocieron “a los javieres y a las marisas”, dice Angie a través del ordenador mediante el cual habla, aludiendo a las familias de Tajamar que comenzaron a ayudarles haciéndoles la compra de alimentos.
Algo más que compra de alimentos
Esta compra, que realizan mensualmente las familias participantes y Amigos de Monkole, tiene un coste medio de 70€. La del mes de noviembre (sábado 26) coincidió con la campaña de recogida del Banco de Alimentos, que tuvo lugar los días 25, 26 y 27 de noviembre.
Pero el proyecto Angie no se centra solo en la materialidad de la entrega de alimentos. Aporta un plus: cada familia voluntaria tiene asignada otra familia a la que llevan la cesta de alimentos. Muchas de ellas viven en pisos compartidos, en situaciones precarias. Esto facilita que los voluntarios reconozcan que “es muy emocionante ver cómo está surgiendo una nueva conciencia en nosotros sobre el sufrimiento y las carencias de tanta gente; y sobre lo que es importante en esta vida y lo que no lo es; y con qué podemos vivir y con qué no. Cuando una persona no ha pasado por ninguna penuria y nunca tuvo ninguna estrechez estas acciones remueven por dentro”, señala uno de los voluntarios de Proyecto Angie.
Ese plus al que nos referimos es el tiempo que los voluntarios pasan con las familias necesitadas: “se trata también de hacerles compañía, compartir con ellos un poco de nuestro tiempo”, dice Marisa Lara, madre de antiguo alumno del colegio y encargada de distribuir mensualmente la compra entre los voluntarios.
Una de estas familias voluntarias es la de Manuel Alcalá, su mujer Almudena y sus cuatro hijos. Todos ellos participaron en la compra y entrega de la cesta de alimentos a Mili y su hijo, que viven en una habitación minúscula, en un piso bajo del Puente de Vallecas. Manuel, señala que “mayores y pequeños aprendemos con estas acciones, porque valoramos más lo que tenemos, sea poco o mucho. Se trata de ayudar a unas familias en un momento concreto de necesidad, no de cronificar una ayuda. Por eso, nos alegra ver que ya hay familias que fueron beneficiarias y ahora son voluntarias”. Además de llevar alimentos, Manuel también entregó ropa de niño que le había facilitado un compañero de trabajo al cual había hablado del Proyecto Angie.
Como se puede comprobar todos ganan en el Proyecto Angie.